La Y de X
. Probablemente la vida no había sido justa con X. Es posible que la mala suerte se hubiera ensañado con él desde que llegó a este mundo en un parto adelantado, en el que falleció su madre. Casi con toda seguridad era la persona con más calamidades sobre sus hombros de todas las que vivían en Valle Grande. Pero de lo que X nunca se podría quejar era de su Y.
. La Y de X le producía una sensación tan agradable que le hacía olvidar, si acaso por unos minutos, todas y cada una de sus desventuras. Y es que como Z mismo decía, no todo va a ser malo, que incluso en el infierno hay algo bueno: que no hace frío. Hablando de Z, Z tenía muchas cosas buenas, de las cuales podía estar, y de hecho estaba, muy orgulloso, tanto que se podría decir que hasta era feliz, realmente feliz, pero Z no tenía ni la mitad de la Y de X, y lo sabía, y aunque eso era algo que no le obsesionara, sí sentía cierta envidia de X por ello.
. Evidentemente, X era consciente de que, aparte de su Y, pocos motivos había para estar contento, pues ya desde pequeño, el paso de sus días se había parecido más a una maldición convertida en realidad que a lo que la gente normal en Valle Grande solía llamar ?vida?. Pero no le quedaba más remedio que tratar de seguir adelante: ya llegarían momentos de L, M, y N, soñaba mientras se refugiaba, como un campesino convertido en militar lo hace en su trinchera, en su única alegría que, como sabemos, no era otra más que su Y.
Por cierto, la foto es de FELIPE.
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baby -
Patri -